MUJERES DE LA ASOCIACIÓN MULLERES CRISTIÁS GALEGAS- EXERIA

Nosotras, las mujeres en la iglesia...

Somos mujeres de gran fe, nos sentimos muy queridas por Deus y nos sentimos pertenecientes de pleno derecho a la Iglesia.

A. Individualmente

Las mujeres en la Iglesia somos valiosas, hemos estado y estamos trabajando en las parroquias y en los diversos ámbitos de compromiso eclesial, empleando nuestra energía, nuestro tiempo y mucho amor, con gran implicación a lo largo de muchos años de nuestra vida.

Desde hace décadas, las mujeres venimos realizando actividades, trabajos y funciones numerosas dentro de la Iglesia: como animadoras de grupos de catequesis y confirmación, como profesoras de religión, como encargadas de la limpieza y del cuidado de los templos, participando en movimientos, estudiando teología, promoviendo grupos de oración, ejerciendo cargos directivos en colegios, coordinando catecumenados de gente adulta, trabajando en formación, colaborando en asociaciones eclesiales, animando la liturgia de los domingos...

En la actualidad, observamos que se viven diferentes situaciones enmarcadas en una búsqueda plural:

a. Unas nos sentimos acogidas y aceptadas en los espacios eclesiales en los que participamos.

b. Otras, a pesar de notar la involución eclesial, seguimos participando en nuestras parroquias, grupos y movimientos, bien por inercia bien por fidelidad.

c. Unas decidimos no tener implicación parroquial. Decidimos no ir a misa. Decidimos no desempeñar ningún papel dentro de esa estructura eclesial. Nuestra pertenencia a la Iglesia es nula en la práctica y no sentimos necesidad de “estar ahí”. Nos experimentamos en la frontera.

d. Otras vivimos crisis vitales y en ellas nos descubrimos en nuestra dimensión de mujer, ampliando la propia conciencia feminista y entendiendo la vida y la fe con nuevos criterios, desligándonos de los ámbitos eclesiales por salud y buscando otros espacios donde no nos sintamos anuladas.

e. Unas vivimos nuestro compromiso promoviendo y participando en otros espacios eclesiales de base existentes en Galicia (Escuela de Espiritualidad, clases de Teología, Asociación Irimia, Encrucillada, Movimiento Rural, grupo de Acompañamiento Espiritual, Romaxe de Crentes Galegas/os, misas y actividades de ciertas parroquias y otros grupos...) que nos permiten seguir vinculadas desde nuestra fe.

f. Otras optamos por crear colectivos de mujeres y participar en ellos, desde ahí, recreamos nuevos caminos circulares e igualitarios. Tanto en Galicia como a nivel del Estado español, las mujeres estamos autoorganizándonos en la Iglesia.

g. Unas sentimos cansancio y dolor acumulado. Nos sentimos defraudadas después de muchos años dedicados al trabajo dentro de la Iglesia. Desde la fe personal nos cuestionamos y vivimos en constante conflicto, hartas de tanta doble moral. Sentimos enfado e ira, dolidas con el “montaje elesial” que advertimos alejado del camino de Jesús. Nuestra relación con la Iglesia se vuelve de amor/odio y en la medida en que nos empoderamos sabemos que “ellos” sólos no representan a Dios en la Tierra.

h. Otras nos sentimos desorientadas: lo que vivíamos antes ya no nos vale y aún no tenemos otras referencias claras.

i. La mayoría seguimos viviendo desde una dimensión espiritual que nos resulta vital y que nace desde el fondo de nuestro ser de mujeres.

B. Como Colectivo

a. Somos mayoría numérica dentro de la Iglesia y somos conscientes de que, durante siglos estuvimos sosteniéndola. Notamos que dejamos muchas de nuestras energías en la Iglesia y descubrimos que se da, en cambio, una total falta de reconocimiento hacia nosotras.

b. Los mecanismos de relación aprendidos son jerárquicos (de “arriba a abajo”). Para los estamentos jerárquicos (curas, obispos...), las mujeres somos un colectivo al que dirigir. Nuestro papel aprendido socialmente es aceptar y trabajar, cuidar y servir, y eso lo trasladamos a los ámbitos eclesiales, reforzado por una espiritualidad patriarcal sacralizada.

c. Constatamos que la Iglesia nos invisibiliza como mujeres y como colectivo de mujeres. Refuerza que existamos en silencio y calladas, sin reaccionar ante esta situación. Las mujeres venimos de una formación social y eclesial en la que la norma es “tú calladita y a portarse bien”. Nuestra configuración de género nos obstaculiza el salir de ese patrón de conducta y nos lleva a claudicar y contemporizar en muchas ocasiones.

d. No podemos dejar de ser consideradas menores de edad, no podemos expresarnos como adultas, no podemos mostrar nuestra madurez ni manifestar nuestro propio pensamento. No tenemos voz ni autoridad. No tenemos ningún poder ni ningún peso en las decisiones.

e. Sentimos un hondo deseo de ser fieles a la Iglesia y eso nos impide tomar distancia, porque nos parece que hacer ruptura con la jerarquía es hacer ruptura con la Iglesia.

f. Tendemos a situarnos en los espacios eclesiales a título personal, replegándonos en nuestra vida individual; un patrón de opresión que nos dificulta tener clara nuestra identidad como mujeres y significarnos como colectivo.

g. En la Iglesia jerarquía, la estructura y el funcionamiento son patriarcales. Los espacios eclesiales están liderados exclusivamente por hombres, la autoridad es masculina y las decisiones, en ese contexto, adquieren legitimidad sagrada desde un Dios masculino.


h. En los espacios eclesiales de base existentes en Galicia, donde hay equipos de hombres y de mujeres -incluso con mayoría de mujeres- son los compañeros hombres quienes mayormente detentan imagen pública y reconocimiento, mientras muchas mujeres realizamos trabajos, gastamos energías y tiempo y quedamos en segundo plano. En esos equipos y grupos mixtos, tienden a reproducirse las situaciones de dominio de la sociedad.


i. Las mujeres tendemos a priorizar y trabajar en proyectos para todos (que tienden a ser masculinos y en perspectiva masculina) y, en cambio, no priorizamos nuestros proyectos y nuestros intereses de género.


l. Las mujeres estamos despertando a la conciencia de ser mujeres. Estamos empezando a ejercer visiblemente nuestra capacidad de autoorganización desde esa nueva conciencia feminista. Esto nos sirve de alimento personal y hace brotar iniciativas con bondad inteligente. Nos situamos en las márgenes, en otros tipos de espacios, denunciando. Estamos desaprendiendo la sumisión y los modos de relación patriarcal.
- Estamos aprendiendo a tomar la palabra, a empoderarnos, a crear pensamiento teológico propio, a ejercer liderazgos horizontales y a reconocer los liderazgos de las otras. Estamos practicando la solidaridad de género, reforzándonos y apoyándonos mutuamente; estamos practicando el autorizarnos, que es reconocernos mutuamente autoridad. Y esa práctica va a la vida, al trabajo, a la familia, a la parroquia, a la pareja, a la comunidad, a la política, a la vecindad... con un efecto multiplicador.
- Con el feminismo despertamos a la conciencia de ser mujeres y con nuestra espiritualidad hacemos aportaciones al mundo del feminismo.
- Las mujeres, individual y colectivamente, abrimos para la sociedad y para la Iglesia, un camino de ir despertando a una nueva conciencia.


NOSOTRAS, MUJERES DE LA ASOCIACIÓN MULLERES CRISTIÁS GALEGAS- EXERIA, individualmente y como colectivo organizado, queremos tomar nuestro espacio y ejercer liderazgo para los cambios. Queremos decir nuestra palabra pública, queremos relacionarnos desde la horizontalidad y construir estructuras de Iglesia desde la igualdad y el respeto a las diferencias.
Por lo tanto:
a. APOSTAMOS POR UNA IGLESIA democrática y plural, donde las mujeres tengamos libertad para ser; una Iglesia que ponga en práctica los derechos sociales y sea respetuosa con las aportaciones de mujeres y hombres; una Iglesia de base, de frontera, tejiendo redes en horizontal y en las márgenes; una Iglesia alternativa con un liderazgo distinto.
b. Apostamos por una Iglesia que vuelva a sus orígenes, al espíritu de Cristo y a su mensaje siempre revolucionario, liberadora y humanizadora. Los cambios en la Iglesia están siendo lentos, incluso involutivos en los últimos tiempos. Sabemos que estamos en los márgenes y no queremos sostener esas estructuras involutivas.
c. Apostamos por una Iglesia de mujeres y hombres sin miedo del propio cuerpo y, en concreto, sin miedo al cuerpo de las mujeres, demonizado al largo de los siglos por la moral eclesial.
d. Apostamos por una Iglesia festiva, de celebración y gusto por la vida, que recupere el sentido y la dimensión del placer.
- Apostamos por una Iglesia que rompa con el modelo patriarcal: con el masculino y alejado y con las estructuras de dominación masculinas; una Iglesia que recupere el femenino de Dios y que sea capaz de celebrarlo también como Diosa.

No hay comentarios: