CONCLUSIONES DEL XVI ENCUENTRO MUJERES Y TEOLOGÍA

Durante tres días hemos estado
ESCUCHANDO EL CLAMOR DE LA TIERRA,

Escuchando el clamor de las y los habitantes
de la Tierra que es su casa,
porque somos cuerpo, y tierra, y cosmos.
Y lo que sufre la Tierra
lo sufren los habitantes de la Tierra.

Hemos estado escuchando el clamor
de la Tierra sometida y explotada
como las mujeres que la habitan.

Y hemos escuchado la denuncia
de las generaciones futuras
que no la disfrutarán si continuamos
nuestro comportamiento depredador,
como no pueden seguir disfrutándola
infinidad de familias deportadas
en nombre de intereses especulativos.


Nos ha costado llegar,
pero parece haber merecido la pena.
Sabiendo de los costes colaterales,
de lo que arriesgábamos, de lo que dejábamos.

Porque a pesar de la edad y las dificultades
queremos seguir creciendo y aprendiendo.

Y los grupos que aún no son grupo
llevan de aquí ánimo para serlo.

Y las compañeras que no pudieron venir
insisten en que nos acompañan a pesar de todo.


Desde la libertad que nos da
no tener quien nos patrocine,
hemos podido prestar esa voz libre a la Tierra
para cantar y celebrar juntas.
Porque somos cuerpo, y Tierra, y cosmos.

Y apostamos por una pedagogía
de la COMUNION CON, no de la conquista.

Y poniendo en comunión
nuestros bienes económicos
y nuestro esfuerzo e ilusión
hemos podido llegar a encontrarnos
y a estar a gusto.


Nos hemos preguntado por lo sagrado,
incluso dudamos si hemos de construir
una nueva idea de Dios.

Pero no sabemos de esencialismos:
Sólo tenemos algunas percepciones hoy, aquí y ahora.
Y nuestra propia existencia
no es más que una minúscula parte de un grano de arena.

…Tal vez lo sagrado se encuentre
en una simple y a la vez maravillosa
puesta de sol.
En la contemplación mística
de una realidad que pasa todos los días.

Y tanta belleza
nos remitía a la pregunta por su Ruah creadora.


Hemos decidido que
vamos a dejar que la experiencia de Dios
aflore en nuestro cuerpo,
más allá de la multiplicidad de las palabras.

Vamos a darnos cuenta de la multiplicidad:
no sólo teorías.

Existen caricias, cantos, género, diversidad,
cuerpo, ritos, masajes, afectividad…
Y en ese camino no hay recetas ni certezas.
Sólo podemos decir en voz alta
lo que sentimos, pensamos y deseamos.

Sin dogmas, porque la unidad no es uniformidad,
es negociación entre lo diverso
y llegar a acuerdos momentáneos.


Y porque no somos esencialmente distintos,
y porque sí podemos escucharnos y entendernos
y construir un mundo mejor,
nos hemos reunido mujeres y hombres.

No mujeres
y hombres que eran proyectos de mujer.
Sino mujeres y hombres
que quieren ser mejores personas
para construir juntos un futuro común.

Los problemas del medio ambiente
nos afectan a todas y todos
y si trabajamos juntos iremos más deprisa.


Nos atrevemos a pensar
desde el feminismo y desde la ecología.

Tejiendo con esos dos hilos
y el montón de categorías de cada uno de ellos,
que nos permiten reconstruir
lo que nos han legado
y poder soñar con un mundo sin conflictos,
aún sabiendo que están ahí
y que hemos de trabajar y luchar en ellos.


Nos llevamos deberes a casa:

Coca Trillini nos invitó a hacer,
como ella,
una relectura de nuestra evolución
a partir de experiencias vitales.

Leernos e interrogarnos.

Dudando de todo,
hasta de nosotras.

Porque para avanzar hay que dudar
y sólo la sospecha
nos permite una perspectiva crítica.


Las mesas redondas
nos ayudaron a aterrizar,
a concretar,
a poner cuerpo.

Y hemos aprendido
que para lograr un cambio global
hay que trabajar de forma local.
Hay que empezar por casa.
Hay que tejer redes y sumar esfuerzos.


Queremos saber lo que pasa,
no dejar que nuestro hábitat
lo decidan la política y las empresas.

Y queremos hacer algo
por cambiar lo que no nos gusta,
como consumidoras responsables, críticas y ecológicas.

Hemos visto que la lucha vecinal
puede salvar una zona amenazada
y convertirla en parque natural protegido.

Y hemos disfrutado de su protección
Paseando en una soleada tarde.

Y eso nos da esperanza.


Hemos aprendido muy bien en carne ajena
que la problemática ambiental
afecta a la vida de las personas.

Hemos escuchado el clamor de las víctimas
y aprendido que al perder la huerta
se pierde diversidad, lenguaje, cultura…
Y vecinas y vecinos que han muerto de pena y de dolor.

Al destruir la Tierra,
los árboles, los ríos, las culturas…
estamos destruyendo la Vida,
estamos destruyendo a Dios.

Eso es asesinato
y la Iglesia que dice construir el Reino de Dios
debería denunciarlo.


Disfrutando del teatro
recordamos que nadie pertenece a nadie.

La Tierra no nos pertenece,
sino que somos parte de ella.

Pero ni siquiera nuestras hijas nos pertenecen:
el misterio de la vida
va más allá de todo dominio.

Yo no pertenezco a nadie
y nadie me pertenece.

Cada una debe romper los miedos
que le impiden ser persona
y no dejar que su frustración
pase de una generación a otra.



La mesa redonda final
nos invitaba a “mirar esta tierra”
y nos recordaba que la especie en mayor peligro hoy
es el ser humano pobre,
que el mayor problema medioambiental
es la pobreza,
que es generada por la degradación del medio
y genera a su vez degradación.

Con humildad,
porque no sólo hay riqueza en el Norte,
también del Sur podemos aprender.

Y tenemos que dejar de consumir tanto
para que otras personas puedan tener lo necesario.


Nos fijamos por fin
en el lenguaje de la Naturaleza
del que tenemos que aprender:

Ritmo, armonía
Diversidad
Empate
Uso, y no consumo
Humildad y sororidad.

Y así seremos más naturales, más personas.



Debemos valorar si nuestra acción
es entretenedora o transformadora.

Si creemos que es posible un mundo más justo
hemos de implicarnos para transformarlo.

Nosotras (y nosotros) tenemos la fuerza para hacerlo.


Y ya no podemos seguir siendo
las víctimas invisibles,
sino asumir nuestro protagonismo,
haciendo nuestra la valentía
a la que nos invitaban:

"NADA NI NADIE
ASOMBRARA O DERRIBARA
A ESTA MUJER
QUE SABE QUE PROVIENE
DEL VIENTRE SUAVE Y PALPABLE
DE OTRA MUJER
Y NO DE UNA INSOLITA COSTILLA" (Ana Ilse Gómez)



Torrent, octubre de 2007

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